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May 092015
 

Por Andrés Isaac Santana
Especial/el Nuevo Herald

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Desde que en el 2013 recibiera el Premio Arte Laguna de Performance en Venecia, a propósito de su obra Prodigal Son, 2010, el discurso estético del joven artista cubano Carlos Martiel (La Habana, 1989), se ha instalado en los principales circuitos del arte internacional asistido por fuertes resortes de legitimación y de prestigio. Su próxima intervención, que tendrá lugar en Mandragoras Art Space, en la ciudad de Nueva York y bajo el título Ascensión, se inscribe dentro de esa línea de insubordinaciones y desobediencias desenfrenadas tan propias a su proyecto. Se trata de una puesta en escena francamente escalofriante, respaldada por una altísima cuota de extrañamiento y dolor. El cuerpo se traviste en soporte discursivo de un cuestionamiento ético y humanista acerca de dónde residen los límites (presumibles) entre dos sujetos antagónicos y cercanos a un tiempo: el héroe y el asesino.

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