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Apr 172021
 

por Coco Fusco para Hypermedia Magazine

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Carlos Martiel ha creado algunos de los performances más impactantes jamás realizadas por un artista cubano. A lo largo de los últimos quince años, ha transformado su cuerpo en un símbolo de sujeción, supervivencia y resistencia colectiva, con actuaciones memorables que evocan las historias y experiencias de los marginados y desplazados.

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Conocí el trabajo de Carlos Martiel a través de mi querida amiga y colega Sandra Ceballos. Me impresionó la crudeza de sus imágenes: sus brazos extendidos sangrando, su cabeza bajo la bota de un soldado, sus párpados cubiertos de excrementos. Parecía que se cortaba a sí mismo, se marcaba y sometía su carne al estrés sin pensarlo dos veces.

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Cuando estaba preparando el libro que escribí sobre el arte del performance y su relación con la arena política en Cuba, sabía que tenía que incluir una discusión sobre Hijo pródigo, el performance en el que Martiel perfora su propio pecho con las medallas revolucionarias de su padre, en un comentario inolvidable sobre el costo personal del voluntariado revolucionario.

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Desde su salida de Cuba en 2012, Martiel ha ampliado sus referencias históricas para abordar sus experiencias en América Latina, Europa y Estados Unidos. Ha tomado las tendencias masoquistas del arte corporal de los años 70 y ha refundido esos gestos como alegorías políticas sobre la condición social de los cuerpos negros en toda la diáspora africana, evocando historias de esclavitud, subyugación y desterritorialización.

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En la siguiente entrevista, hablamos de los orígenes de su familia, de su experiencia en Cuba con la educación artística, de su interés por la sangre como material expresivo, y de su enfoque escultórico del performance.

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(más info aquí)